En los tiempos que corren, tras 3,5 años de crisis, los “siete pecados capitales” que históricamente han sido sinónimos de la falta de virtud se han instalado en muchas organizaciones de una forma casi imperceptible, con la excusa de la crisis. Si no los desenmascaramos, será muy difícil salir adelante:
-La avaricia: Esta es una crisis de codicia. Nos han hecho creer que el propósito de las empresas era “ganar dinero”, cuando este resultado es como respirar. El verdadero sentido de toda organización es su supervivencia en el cumplimiento de sus fines, y no maximizar el beneficio. Una trampa mortal.
-La gula. Acaparar por acaparar en un entorno de recursos limitados no sólo es absurdo, sino insano. El paradigma eficaz es compartir y generar beneficio mutuo, no aprovecharse de los demás.
-La envidia. Es la admiración la que provoca el auténtico aprendizaje. Promover la desconfianza, cuando no la rivalidad interna, merma posibilidades a la empresa. La empresa ha de ser una meritocracia en toda regla. Cuando hay mérito en el talento, la envidia está fuera de lugar.
-La ira: En esta crisis, los directivos con falta de serenidad han campado a sus anchas. Craso error. Necesitamos más autocontrol que nunca, para no caer en la disforia (en el desánimo) ni tampoco en la euforia en los buenos momentos.
-La lujuria. Entendámosla no en su aspecto sexual, sino de aprovechamiento del otro. La falta de humanidad, de respeto por los demás, se traslada del servicio al cliente interno al servicio al cliente externo. Un cliente al que se le ha superado su expectativa es el mejor comercial que podemos tener.
-La soberbia. Uno de los mayores activos intangibles de la gestión empresarial es la Humildad, entendida como capacidad de aprender al menos tan rápidamente como cambia el entorno. Abundan los directivos y las empresas autocomplacientes, que creen que no necesitan aprender nada más, que saben más que nadie.
-La pereza. Esta crisis ha sido una perfecta excusa para los que no querían poner la energía suficientemente en transformar sus organizaciones.
Las empresas que así se comportan, o se han comportado, en el pecado llevan la penitencia, que no es otra que su desaparición. La esperanza de vida de las compañías se han reducido drásticamente, y no sólo en nuestro país. Qué lástima. Si la vida les hubiera dado una segunda oportunidad, seguro que habrían invertido tiempo, dinero y esfuerzo en desarrollar de verdad a sus directivos y a su organización en su conjunto.
El ser humano es el único animal que tropieza varias veces en la misma piedra. También es el único capaz de convertir un error en una útil fuente de aprendizaje. De nosotros depende.
FUENTE: Juan Carlos Cubeiro, presidente de Eurotalent. a través de RRHHDIGITAL
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